Essauira, bendita indigestión de gran música

La ciudad marroquí reúne a medio millón de personas para su Festival Gnawa y de músicas del mundo

MINGUS B. FORMENTOR - Essauira. Enviado especial

La hibridación de rock y gnawa revitaliza el viejo dinosaurio de las radiofórmulas


Essauira la tolerante. La bien dibujada. La blanca. Mogador se niega una vez más a esconder tras un biombo de silencio su mágico esprit,su carisma histórico y su monumentalidad humana. Vuelve a estar en el mapa, con más intensidad de la que nunca se le otorgó. La inmarcesible Mogador, la siempre viva Essauira, acoge en su Festival Gnawa y de músicas del mundo medio millón de asistentes a sus conciertos durante la semana en que rompe aguas el verano. Son diez años ya, y a lo que se ve y oye, un clamoroso y merecido éxito.

El espectáculo, el placer, impregnan la ciudad entera. Riadas tranquilas por las callejas de su hermosa medina, aglomeraciones relajadas ante sus nueve escenarios. Crecen sin cesar los festivaleros de Europa y América, con un notabilísimo incremento de los de Iberia. Veinticinco grandes maâlems llegados desde todo el país con sus respectivas formaciones, casi un cuarto de millar de artistas marroquíes y otros 150 de cualquier rincón del mundo. Un lujazo.

Imposible dar cuenta de la bendita indigestión de gran música que sirve Essauira durante estos días. Sirva la recensión de algunos de sus más espectaculares fogonazos. Por ejemplo, la tarde noche del pasado jueves, un espléndido tres en fila requetegozado en la gran explanada Mulay Hasan. Lo abrió el grupo amazigh Imghrane, que, pese a haber sido fundado en 1991 y ser a estas alturas una joya de brillo diamantino, siguen desconocidos entre nosotros. Una pena.

Imghrane se presentó en octeto, con cinco percusionistas (tres bendires, tambores percutidos a baqueta y hierros) y tres dados a la cuerda (guembri, banjo y guitarra eléctrica). Su música es mesmerizante en el fondo y con un groove irresistible en sus formas, música alineada con ese blues de alta definición que surge donde lo árabe y lo negro se dan la mano, un blues que crece a orillas del Níger, que echa raíces en Mauritania o en el Sahara, blues bereber y tuareg, el blues de bluses. Imghrane son de una grandeza que reclama amplio reconocimiento universal.

Luego vino Baaba Maal, para no pocos la mejor banda eléctrica del África negra hoy. Gran sentido del espectáculo, el color, el baile. Merece todo el aplauso dentro del gelatinoso star system de las músicas del mundo.

Yde cierre, una producción específica para el festival, si bien los parisinos tendrán la suerte de verla en el Cabaret Sauvage. Por un lado, Loy Ehrlich y Louis Bertignac, dos auténticos héroes del rock y la fusión a la francesa durante los últimos 30 años, a los que se unía el batería Cyril Atef (ex Orchestre Nationale de Barbès) y un poderosísimo cantante tunecino, Akram Sedkaoui. Del otro, un joven maâlem de Essauira, Saïd Boulhimas, felizmente condenado a hacer historia. La formación conjunta se ha bautizado como Band of Gnawa y rinde homenaje a la Band of Gypsies hendrixiana con un poderío que desarma y lleva a la audiencia a la ebullición cuando no al paroxismo. Arrancando con el Come together de los Four Fabs y abrochando el cierre con Sympathy for the devil,ofrecieron en medio una generosa descarga de Led Zeppelin y Jimi Hendrix a partes casi iguales que nos dejó sin resuello. Las transiciones del rock al gnawa y vicevuelta circulaban por puentes de plata. Rock y gnawa, una más de las hibridaciones posibles que revitalizan ese viejo dinosaurio proyectado desde las radiofórmulas. Una portentosa relectura de los clásicos, y lo demás, cuentos. Gracias, Essauira.

Sabores de Marruecos y Siria: Essaouira 1 de 4

En el pintoresco viejo fuerte marroquí de Essaouira, famoso por su comida, arte y música, Barry descubre un remedio para todos los males. Se maravilla ante la maestría de un artesano de la madera, y lamenta el destino de los machos de la granja. ¿Qué tal una serenata de melodías sagradas mientras disfruta una comida a base de las presas capturadas en la mañana? Después está el increíble e inspirador trabajo de los llamados "artistas libres".


Sabores de Marruecos y Siria: Essaouira 3 de 4

Sabores de Marruecos y Siria: Essaouira


MARRUECOS: ESSAOUIRA.


Antaño, cuando los navíos fenicios, cartagineses, romanos o portugueses navegaban a lo largo de las costas marroquíes, la bahía de Essaouira, con sus playas de fina arena, les atraía irresistiblemente. En Essaouira se podía encontrar todo aquello que un marino (¡o un emperador!) podía soñar: plumas de avestruz, sal, especias, sábalos, azúcar, cereales, purpurina, caballos, polvo de oro, tejidos…


La ciudad, fortificada con una extraña mezcla de estilos arquitectónicos, un océano que colma las expectativas de los amantes del windsurf y de la pesca submarina, calas aisladas, un generoso sol templado por una ligera brisa, una artesanía célebre en todo Marruecos, una sabrosa cocina local, una acogida amable y sincera… le permite encontrar hoy en Essaouira, la mítica Mogador, todo lo que un viajero ha podido soñar.


Subiendo a las murallas de Essaouira, podrá pasear a través de los siglos… Galeras romanas navegan hacia los astilleros instalados en el siglo I a.C. por el rey Juba II en las islas Purpurinas. Estas islas reciben su nombre de la apreciada purpurina secretada por unos moluscos, los múrices, muy abundantes en sus fondos marinos.


Cierre los ojos. Han pasado quince siglos. Unos galeones recalan en la bahía. Los portugueses son dueños de la ciudad y proyectan seguir siéndolo para siempre. Sus temibles fortalezas los protegen de otras ambiciones, pero, sin embargo…


¡Qué vaivén! Estamos en 1764 y no pasa un solo día sin que los navíos mercantes europeos atraquen para intercambiar sus productos manufacturados por fabulosas riquezas africanas. Essaouira, ahora puerta marítima de Tombuctú, canaliza el 40% del comercio por mar de Marruecos. Este fulgurante desarrollo se debió al Sultán Sidi Mohamed ben Abdellah, quien promovió el esfuerzo para competir contra el puerto rival de Agadir. El plan urbanístico estuvo a cargo del ingeniero francés Teodoro Cornut, que diseñó la Puerta de la Marina –que facilita el acceso al puerto-, rodeó la ciudad de murallas al estilo Vauban y trazó calles amplias y rectilíneas.


Ahora, vuélvase y admire “la bien diseñada Essaouira”; después baje de las murallas y regrese al presente para disfrutar de todos los encantos de Essaouira.


Placentera, evocadora y encantadora, Essaouira atrae desde el siglo XVI a poetas, sabios, artesanos y creadores marroquíes. Con artistas como Nourredine Alioua, Mohamed Tabal, Mohamed Bouada, la ciudad se constituye en unos de los centros más activos del arte contemporáneo de Marruecos.


En Essaouira la belleza no se contempla en los cuadros. ¡Qué extraña perspectiva forma esa callecita bordeada de casas blancas con postigos azules! Y ese sutil claroscuro de la placita Bab el- Sebaa, con el fondo de las terrazas de los cafés moros invitando a la pausa del té.


Y la precisión de detalles en la fachada de la antigua morada del Pachá, hoy Museo de Sidi Mohamed Ben Abdellah, repleto de tesoros del arte regional. Como salida de un cuadro de Delacroix, una multitud abigarrada deambula por la calle Siaghine. Todos admiran a los joyeros herederos de la excepcional técnica de los orfebres judíos, que cincelan largos y elegantes pendientes, fíbulas, brazaletes con charnelas, pulseras para el tobillo o collares de plata…


Un poco más lejos, las manos hábiles de los marqueteros incrustan madera de tuya, de limonero, de ébano, de nácar o hilo de plata, que fascinan a los paseantes. ¡Qué bien quedaría en su casa uno de los cofres desbordantes de joyas!

LOS CAÑONES DE ESSAOUIRA.


Sobre la “skala” de la casba se alinean los célebres cañones de Essaouira. Este lugar surgido del pasado fue escogido por Orson Welles para rodar los exteriores de s Otelo. Suba a la torre cuadrada. A sus pies bailan manchas de vivos colores: son las flotillas de los bous. Las exclamaciones de los pescadores desplegando sus redes y los marineros descargando las cajas de pescado plateados le llegarán amortiguadas. El olor de las sardinas a la parrilla le hará cosquillas en la nariz. Nunca se aburre uno contemplando el puerto de Essaouira.


LA CABRA Y EL “ARGANIER”

En el interior de la región de Essaouira prolifera un árbol que sólo se da en Marruecos; el “arganier”. Produce una nuez de donde se extrae un aceite alimentario muy apreciado. Las cabras adoran sus hojas y no dudan en subir a lo alto de los árboles para darse un festín.

Fuente: Oficina Nacional Marroquí de Turismo, Balmes 89-91,
3º, 4ª, 08008 Barcelona, +34 934 532 144, +34 934
532 038, fax: +34 933 237 347. Oficina Nacional
Marroquí de Turismo, BP 19, Rabat, Marruecos.

El argán – árbol de la vida




Lo llaman el dador de vida en Marruecos, el único lugar donde crece. Poco conocido en otras partes –ni siquiera en el resto de este país en el norte de Africa– el argán sobrevive el calor, la sequía y los suelos pobres para luchar contra la desertificación y proveer valiosos productos y trabajo para los beréberes, el pueblo autóctono de la zona. El único árbol de su tipo en cualquier parte del mundo, el argán crece en bosques entre las ciudades costeras de Agadir y Essaouira.


Retorcido y espinoso, envía sus raíces profundamente a la tierra en busca de agua, uniendo el suelo y evitando la erosión.

Su fruto color verde –de aspecto parecido a una aceituna gigante– tiene un olor dulce pero un sabor horrible. Pero contiene un verdadero tesoro: una nuez muy dura con unas pequeñas semillas ricas en aceite.


El aceite es muy nutritivo, y –cosa aun más importante– rico en ácidos grasos esenciales y antioxidantes. Se cree que baja los niveles de colesterol, estimula la circulación, fomenta el sistema inmune, y además se ha usado tradicionalmente como un tratamiento para enfermedades de la piel. Usado localmente hace mucho tiempo para mojar pan y como aliño para ensaladas, está convirtiéndose ahora en un alimento de moda en Europa y América del Norte. La industria de los cosméticos también está mostrando creciente interés en el aceite.

Las cabras a veces ayudan a cosechar las semillas. Prohibidas de entrar al bosque hasta que los frutos han madurado, hacen frente a las espinas y trepan a los árboles, comiendo la carne de sabor desagradable de los frutos. Las nueces descartadas por las cabras luego se rompen a mano entre dos piedras –un proceso

muy laborioso– para sacar el aceite.

Las cáscaras de nuez se queman como combustible. Y la madera del argán –conocida como “madera de hierro marroquí”– es muy valorada, y se usa para incrustaciones en cajas de taracea. Nada es desperdiciado.

Varias cooperativas de mujeres han empezado a cosechar el aceite para exportación, ofreciendo muy necesarios empleos. Pero el árbol dador de vida está amenazado. En menos de un siglo, más de un tercio del bosque ha

sido destruido para dar lugar a cultivos, para pastoreo o la fabricación de carbón de leña.

Fuente: http://www.ourplanet.com/tunza/issue0401sp/pdfs/11.pdf





skala del puerto



babouchas de rafia

El Placer atlantico

Las islas purpuras son un pequeño archipiélago frente a las costas de Essauira donde, de mayo a octubre, nidifica el raro halcón de Eleonor y otras aves limícolas y marinas. El acceso es restringido

Extraído de: Cuaderno de Viajes ALTAIR. RAIMON PORTELL.

Una calle recta, una calle trazada a cordel, lo nunca visto en una medina marroquí. Y no es la única, sino que hay otra que corre paralela, y otra perpendicular, con la que se cruzan en el centro de la ciudad. Evidentemente no son producto del azar, sino del tiralíneas de Théodore Cornut. Este ingeniero francés trazó los pianos con los que se levantaría una ciudad de nueva planta. De ahi le viene su nombre, Essauira: "la bien dibujada".


El sultán alauita Sidi Mohammed Ben Abdallah, en 1764, la erigió aprovechando las antiguas fortificaciones portuguesas de Mogador para convertirla en puerto principal desde el que despedir los esclavos, el marfil y el oro de Tombuctu.


Hasta allí se trasladaron los c6nsules de Salé y Agadir, y también familias ricas. Y la ocuparon mercaderes extranjeros. Y llegaron los judíos con sus joyas. Y los sudaneses libertos con sus canciones. Y los primeros hippies. Y los surfistas en busca del viento. Y los artistas. y autocares y mas autocares, cargados de esos turistas, que, cámara en ristre, remontan las calles, llenan las tiendas y ocupan los restaurantes.


Cada oleada ha llevado consigo nuevas costumbres y energías. Con la agilidad de un puerto franco, la ciudad las ha ido acogiendo, digiriendo, integrando. Y de ellas ha salido renovada, hasta el punto que si se acarrea una guia de viaje que tenga mas de tres anos, a los pocos pasos estaremos tentados de tirarla al océano.


Quien la visitó años atrás constatará que los hoteles con encanto han aplicado una mano de pintura en sus postigos y han añadido un cero en sus cuentas. Franceses adinerados están restaurando casas antiguas de la medina para habitarlas. Varias galerías de arte han abierto sus puertas siguiendo la estela de Damgaard, la pionera. Lo ultimo del arte marroquí se exhibe en Essauira. Esculturas orgánicas y lienzos inspirados en la tierra, en la caligrafía árabe, pero también en Henri Matisse, llenan los nuevos locales. Y alrededor de los músicos gnaua, que tienen en la ciudad su capital, ha crecido un festival al que se invita a grupos y artistas locales y extranjeros.


EVOLUCIÓN CONSTANTE


Siempre hay algo nuevo en marcha en Essauira.


Lo que no ha supuesto renunciar al pasado. En la pequeña joyería del barrio judío, el vendedor anejo todavía atiende con aire de confesor los sueños de ajuar de las muchachas. En el puerto, los niños juegan a saltar de una barca a otra. Con la marea baja, entre los diez partidos de fútbol que se han organizado en la inmensa playa, pasea el camellero a la espera de que una pareja de turistas quieran fotografiarse con su animal. Bajo los bastiones de la Skala, los altos muros de piedra carcomida que protegen la ciudad del Atlántico, el aprendiz de carpintero prepara la madera de tuya para convertiría en joyero, mesa, pata de cama. Arriba, al atardecer, sobre los antiguos cánones forjados en Barcelona y Sevilla, se sientan familias, grupos de mujeres, muchachos. El dramático espectáculo de la puesta de sol tendrá por contrapunto a un turista atónito ante la magnitud de la ola que le ha dejado empapado.


AI caer la noche, cuando los autocares han vuelto a sus bases, hasta se encuentra mesa para cenar. Llega el momento de sentarse en los cafés de la plaza Muley Hassan. Viejos y jóvenes observan la calle, la plaza, la gente que pasa. Suena música de los sesenta. Y el viajero tiene la tentaci6n de afirmar que, si algún día se pierde por el Atlas, que 10 busquen en Essauira.


Los ritos de los gnaua, como Essauiira, son un punto de encuentro entre distintas culturas. Descendientes de antiguos esclavos procedentes del África negra, en sus músicas y en sus canciones, aparecen evocaciones a la dureza de su pasado, junto a citas en árabe a Dios y al profeta Mahoma, y reflexiones sobre su realidad actual como hombres libres y musulmanes.


Para sus celebraciones, se agrupan en cofradías, que han dado lugar a grupos de músicos conocidos como maestros del espíritu. A la cabeza de sus cofradías figura un maestro músico (maalem), título que se adquiere al superar distintas pruebas y de ser aceptado por los adeptos. Bajo la dirección del maestro se encuentran tañedores de crótalos, videntes, médiums y demás adeptos.


RITO NOCTURNO


Sus actividades llegan al punto culminante durante la celebración del rito de posesión (derdeba), que se celebra de noche. La ceremonia se divide en dos partes: una profana dedicada al divertimento y otra sagrada, el rito de posesión. En éste, el maestro músico, con la ayuda de un laúd de tres cuerdas, convoca por medio del canto y esparciendo incienso, a los santos y entidades sobrenaturales (mlouk) para que tomen posesión de los adeptos que danzan. Estos, una vez habitados, caen en trance. Aunque con sus propias características, este rito preesenta semejanzas con el bori de los haussa (Níger) , el diwan de Sidi Bilal (Argelia) o el candomblé brasileño y el vudú de Haití.





LA PUERTA DEL SUR

Separado de Europa por apenas un hilo de agua, Marruecos ha sido para muchos la primera referencia de viaje exótico, el contacto iniciático con el universo musulmán, el descubrimiento de que la manera de entender las cosas que tenemos los occidentales no puede ser un dogma.



Y eso que Marruecos es también Occidente. Situado a poniente del mundo árabe sin dejar de ser profundamente bereber, fue durante siglos el puente estratégico que trajo a la Península Ibérica lo mejor de la sabiduría islámica, hasta que los avatares de la historia convirtieron el Estrecho de Gibraltar en un baluarte ominoso. Luego Marruecos prosiguió su camino al margen de las culturas del norte conducido por líderes que, hasta el monarca actual, han unido el poder terreno al carisma que les otorga su descendencia directa del profeta Mahoma. Todavía hoy, en las montañas, estepas, oasis, desiertos y en cualquier aldea representativa del Marruecos rural, se conservan los conocimientos ancestrales que han permitido a sus pobladores sacar partido de una naturaleza frecuentemente avara. y en el corazón de las modernas ciudades se ha preservado el espacio irrepetible de las antiguas medinas, un ejemplo de civilización integral. Para el viajero avezado, además de la deslumbrante belleza y diversidad de sus paisajes y del ingente patrimonio cultural que atesora, visitar Marruecos equivale a percibir sin intermediarios un momento trascendente en el que se di rime su futuro. Al igual que otros lugares del planeta, el país se adentra en las arenas movedizas de optar por un modelo propio de desarrollo o de asumir otros que han sido ensayados en culturas ajenas. Una apuesta arriesgada que no admite injerencias del exterior. Pero, tal vez incluso antes de saberse en la encrucijada, Marruecos ha alumbrado una nueva economía, vive el desgarro migratorio y adopta estilos de esparcimiento y otros patrones de modernidad que contrastan fuertemente con el sentir de quienes reivindican un anclaje en la tradición. Nuevo rey, nuevo milenio, nuevos horizontes. Viejas medinas, proverbial hospitalidad, zocos fascinantes. Así es como vemos Marruecos.

EL PUEBLO AZUL Y BLANCO

Un pintoresco pueblo pesquero decorado en azul i blanco, Essaouira es el sitio ideal donde la mayoría de viajeros sueñan cuando piensan en África del norte. Tranquilo y a la vez vibrante, con ambiente y relax.

Situada a 351 Km. al sur de Casablanca y 176 Km. al este de Marrakech, Essaouira esta asentada en la costa atlántica, rodeada de preciosas playas de arena, de islotes de oscuras leyendas y de mestizaje cultural debido a una sutil mezcla bereber, árabe, judía, francesa y portuguesa entre otras. Un sitio acogedor, conocido como “el pueblo blanco y azul”.

Su alma sedujo a Orson Welles, quien rodó escenas de su version de Otelo por las fortificaciones de la Skala. A Jimi Hendrix, que se perdio por el vecino pueblo de Diabat o mas recientemente actores y directores americanos, como Angelina Jolie, Collin Farrel o Ridley Scot, que aprovechando un alto en sus rodajes en Ouarzazate se dejan arropar por este magnifico lugar.

Su economía siempre basada en la pesca y la pequeña industria artesanal, sufre un espectacular cambio en dirección hacia el turismo, que se esta convirtiendo en una fuente de ingresos importante y su desarrollo esta reviviendo la actividad local artesana.

ARTESANIA

Además de su estilo arquitectónico la mayoría de la magia de Essaouira proviene de su influencia artística, la ciudad siempre ha sido un lugar para los artistas y músicos, en las callejuelas que emanan de la plaza principal encontramos varias galerías de arte con pinturas que intentan a menudo en vano, capturar el romanticismo de la ciudad.

La tranquilidad y la luz especial de la ciudad siempre han inspirado y atraído a artistas, Jimi Hendrix estuvo hechizado por su misticismo y hasta pensó en comprar todo el pueblo vecino de Diabat.

Más recientemente muchos extranjeros especialmente franceses, han venido a Essaouira para comprar propiedad barata y más o menos renovarla al estilo local y vivir la exótica vida de Paul Bowles.

PERDERSE



Essaouira nunca ha sucumbido al turismo masificado, y merece la pena una escapada de fin de semana desde Casablanca, desviarse unos días desde Marrakech o hacer una parada en la ruta de la costa hacia Agadir.



El aire empujado por una suave brisa marina o por su potente viento que la caracteriza, hace de Essaouira uno de los mejores destinos en Marruecos para el viajero que disfrute paseando, comprando o degustando su excelente gastronomía.


Sus calles estrechas no permiten la circulación, lo que hace que Essaouira aun retenga el recuerdo de esos días de piratas y marinos


La mayor atracción de la ciudad es sin duda la medina, con sus torreones y paredes granuladas, que hacen que sus visitantes viajen al pasado y los atrae a visitar sus sinuosas calles y a admirar sus casas antiguas. Un buen ejemplo de esto puede apreciarse en el principal portal de la ciudad que con caligrafía inspirada adorna la parte central y se puede leer “baraka” que significa “atención divina”.


La UNESCO ha prestado mucha atención a la ciudad y ha financiado la restauración de las murallas, muros y la iglesia católica, las fortificaciones de la ciudad están bien conservadas con sus cañones de bronce, y al final de las murallas la fortaleza de la Sqala, el epicentro de la ciudad nos muestra una panorámica de la medina con sus muros azules y blancos mostrándonos un paisaje único.



La hora de la comida en el puerto de Essaouira tiene un atractivo especial que transforma la comida en la calle en una experiencia gastronomica, filas de mesas con sus bancos de madera rodeados de puestos donde los pescadores muestran sus productos frescos que son cocinados al momento en un fuego de carbón.


La costa de Mogador, también posee una impresionante fortificación, una mezquita y una prisión en desuso, es un archipiélago que da cobijo a los halcones Eleonores, entre abril y octubre anidan en la época de cría y pueden ser observados desde la playa con binoculares, el archipiélago solo puede ser visitado fuera de la época de apareamiento, alquilando un pequeño barco a los pescadores locales.

UN POCO DE HISTORIA



Mientras que su impresionante medina y laberínticas calles muros y murallas atraen mas visitantes cada año, la ciudad retiene un halo de misterio. Aunque su historia es bastante conocida, existen diferentes opiniones sobre los orígenes de su nombre, algunos afirman que proviene de “ Al Souirah” en árabe pequeña fortaleza, otros declaran que fue introducido en el siglo 18 por el constructor de la mayoría de actual medina, el sultán Sidi Mohammed Ibn Abadía, un rey de la dinastía Alaoui, que diseño la ciudad en 1765 con el arquitecto francés Theodore Cornut, para adecuarla tanto a los comerciantes extranjeros como para fines militares, la ciudad entonces significa “ la bien dibujada”.


La ciudad inicialmente era conocida como Mogador, que se cree deriva de la palabra berber Amogdul (la bien guardada), uno de los pasados dignatarios de la ciudad Sidi Mogdul, fue enterrado a 3 Km. de la ciudad.


Además de la población nativa berber, el área ha atraído innumerables extranjeros, empezando por los fenicios en el S.VII DC, evidenciado por el descubrimiento de vestigios de cerámica en las islas vecinas.Tambien fue colonizada por Carthage’s Hannon EN 450 DC, mas tarde llegaron los romanos en busca del famoso tinte púrpura (extraído de unos moluscos que se crían en la isla de Mogador) y la sal.


Los portugueses fundaron la ciudad de Mogador a finales del s. XV como un puente militar y comercial entre la costa oeste africana, fortificaron la ciudad construyendo muros y murallas para protegerlos de invasores y piratas, a pesar de esto la ciudad fue conquistada por los Saadianos en 1541,lo que sumió a la ciudad en un declive. Más tarde recupero su esplendor cuando los Alaouitas la tomaron y cerraron el puerto de Agadir, la población de la cual se negó a aceptar la nueva dinastía.


La fortaleza fue restaurada por Moulay Abdelmalek en 1628, pero no fue hasta el S. XVIII que Sidi Mohammed Ibn Abadía fundo la ciudad como uno de los principales puertos del reino, la ciudad fue protegida por 2.000 soldados para controlar y recaudar impuestos en actividades comerciales, la población contaba con 30.000 musulmanes y 6000 judíos.


Essaouira también se convirtió en un importante cruce comercial entre Timbuktu Y Europa, donde productos europeos manufacturados se cambiaban por productos tan preciados como el oro, la sal, el marfil y las plumas de avestruz, confirmando la profecía del sultán “ Quien llega pobre, partirá como un hombre rico”.


En el s. XIX Essaouira se convirtió en el único puerto franco de la costa atlántica abierto a los europeos, este estatus privilegiado atrajo comerciantes de Europa y del mediterráneo, además de dar a la ciudad un aire cosmopolita y de espíritu abierto que hoy en día actúa como un imán para atraer turistas de todo el mundo.




El nombre de Mogador fue reintroducido durante el protectorado frances en 1912, cuando la mayoría de la actividad portuaria fue trasladada a Casablanca, Tánger y Agadir causando a la ciudad otro periodo de declive. El nombre marroquí de Essaouira fue introducido finalmente en 1956, cuando llego la independencia, esto causo la partida de la mayoría de la comunidad judía, reduciendo la economía a la pesca y la artesanía, además del comercio en el mercado local.

EL PUEBLO AZUL Y BLANCO

LA CIUDAD QUE HECHIZO A JIMI HENDRIX, UN SITIO PERFECTO PARA LA TRANQUILIDAD.




Un pintoresco pueblo pesquero decorado en azul i blanco, Essaouira es el sitio ideal donde la mayoría de viajeros sueñan cuando piensan en África del norte. Tranquilo y a la vez intenso, con atmósfera y calma.

Situada a 351 Km. al sur de Casablanca y 176 Km. al este de Marrakech, Essaouira esta asentada en la costa atlántica, rodeada de preciosas playas de arena, de islotes de oscuras leyendas y de mestizaje cultural debido a una sutil mezcla bereber, árabe, judía, francesa y portuguesa entre otras. Un sitio acogedor, conocido como “el pueblo blanco y azul”.


Su alma sedujo a Orson Welles, quien rodó escenas de su versión de Otelo en las fortificaciones de la Skala. A Jimi Hendrix, que se perdió por el vecino pueblo de Diabat o mas recientemente actores y directores americanos, como Angelina Jolie, Collin Farrel o Ridley Scot, que aprovechando un alto en sus rodajes en Ouarzazate se dejaron arropar por este magnifico lugar.

Su economía siempre basada en la pesca y la pequeña industria artesanal, sufre un espectacular cambio en dirección hacia el turismo, que se esta convirtiendo en una fuente de ingresos importante y su desarrollo esta reviviendo la actividad local artesana.