LA PUERTA DEL SUR
Separado de Europa por apenas un hilo de agua, Marruecos ha sido para muchos la primera referencia de viaje exótico, el contacto iniciático con el universo musulmán, el descubrimiento de que la manera de entender las cosas que tenemos los occidentales no puede ser un dogma.
Y eso que Marruecos es también Occidente. Situado a poniente del mundo árabe sin dejar de ser profundamente bereber, fue durante siglos el puente estratégico que trajo a la Península Ibérica lo mejor de la sabiduría islámica, hasta que los avatares de la historia convirtieron el Estrecho de Gibraltar en un baluarte ominoso. Luego Marruecos prosiguió su camino al margen de las culturas del norte conducido por líderes que, hasta el monarca actual, han unido el poder terreno al carisma que les otorga su descendencia directa del profeta Mahoma. Todavía hoy, en las montañas, estepas, oasis, desiertos y en cualquier aldea representativa del Marruecos rural, se conservan los conocimientos ancestrales que han permitido a sus pobladores sacar partido de una naturaleza frecuentemente avara. y en el corazón de las modernas ciudades se ha preservado el espacio irrepetible de las antiguas medinas, un ejemplo de civilización integral. Para el viajero avezado, además de la deslumbrante belleza y diversidad de sus paisajes y del ingente patrimonio cultural que atesora, visitar Marruecos equivale a percibir sin intermediarios un momento trascendente en el que se di rime su futuro. Al igual que otros lugares del planeta, el país se adentra en las arenas movedizas de optar por un modelo propio de desarrollo o de asumir otros que han sido ensayados en culturas ajenas. Una apuesta arriesgada que no admite injerencias del exterior. Pero, tal vez incluso antes de saberse en la encrucijada, Marruecos ha alumbrado una nueva economía, vive el desgarro migratorio y adopta estilos de esparcimiento y otros patrones de modernidad que contrastan fuertemente con el sentir de quienes reivindican un anclaje en la tradición. Nuevo rey, nuevo milenio, nuevos horizontes. Viejas medinas, proverbial hospitalidad, zocos fascinantes. Así es como vemos Marruecos.